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sábado, 6 de agosto de 2011

“BARRIGA LLENA, CORAZÓN CONTENTO”

            En mi viaje a los campamentos de refugiados saharauis tuve la gran fortuna de ver el mundo. Mi, para siempre, amigo Deish (licenciado de medicina en Cuba) hizo sonar continuamente durante nueve días una canción de Julio Iglesias que tenía grabada en su celular. Se entusiasmaba hablándome de la desesperanza, del no futuro, de las armas, del Dios en el que él no cree, de los niños… pero esbozaba una sonrisa maravillosa al finalizar cada comida viendo la luz en los ojos de los demás; me miraba y me susurraba: “barriga llena, corazón contento”.
            Y me hacía pensar el muy “cabrón”. Me retorcía las entrañas haciéndome ver lo sencillo que resultaría contentar corazones. Lo fácil que podría ser la organización del ser humano en la Tierra. Paseaba por la arena del desierto buscando soluciones a cómo llenar barrigas. Pero me frustraba. Me veía incapaz de que todos creyésemos qué es posible.
Leyendo la prensa digital, hace pocos días, se topó ante mí una noticia (http://bit.ly/raZrAe) donde se destacaba que producimos comida para doce mil millones de personas y, resulta que, sólo somos siete mil millones. Algo, bueno no, mucho, estamos haciendo mal. África, casi en su totalidad, se muere de hambre. No pretendo parecer demagógico diciendo que tiramos comida, que salimos habitualmente a derrochar cenas y copas, que yo no doy dinero a las ONGs para que se queden en el camino… No. Prefiero pensar que el cambio no pasa por ahí.
La solución, tras masticar la pura realidad que me enseñó Deish, pasa por comenzar a ser un cambio individual. Cada uno debemos mirarnos a los ojos del espejo de la vida, valorar cómo la invertimos, cuánto realmente necesitamos, de qué podemos prescindir… y adecuarla a un contexto mucho más justo. Si todos fueses lo suficientemente sinceros con nosotros mismos modificaríamos demasiadas cosas.
Podríamos vivir igual de felices o infelices con poco menos. Podríamos compartir nuestro tiempo en hacer proyectos, en reunir ayudas, en organizar recursos… y llevarlos a los puntos que deseemos. Ahora la realidad comunicativa pasa por el cuerno de África. ¿Y dónde dejamos a los países en conflicto, a las sociedades sacudidas por la naturaleza, a los refugiados de todos los colores y etnias y a los niños que no pueden contentar a sus corazones?
Pero la noticia dejará de ser portada, se verá interrumpida por primas de riesgo, por nerviosismos de mercados y por subidas y bajadas de las bolsas. Y ahí estaremos nosotros “acojonados” con el dominio de los poderosos y arrinconados ante una crisis que nos dibujan y nos mueven los hilos de la marioneta el piloto de turno. Y no tendremos tiempo ni agallas para pensar que el cambio para que todo sea más justo es individual. Pero cuando se apague la luz de la noticia Dios ya nos habrá perdonado.
La canción sonaba en el silencio del desierto describiendo en un tono interminable “La vida sigue igual…”